Aquí en Miami se vive una vida pausada siempre y cuando no vivas en Miami Beach. Desde que cruzas el puente el reloj te empieza a correr más a prisa.
Salía de mis clases de curadoría de arte, llena de papeles las manos y la cabeza de nombres que en mi vida había escuchado, mis piernas corrían hacia el carro.
Se me caen las hojas al piso y un tipo me ayuda a recogerlas.
Levanto la mirada y el, con un turbante y una barba de medio siglo me mira fijamente la frente, me dice: