Hace poco visité una exhibición de los trabajos de Alexander Calder, el escultor, pintor y grabadista estadounidense famoso por sus móviles y considerado como uno de los artistas más innovadores e ingeniosos del siglo XX.
Más que las formas orgánicas suspendidas en el aire, me sedujo el efecto que logra la luz sobre ellas y las sombras que proyectan sobre las paredes y techos al balancearse suavemente, creando un estado de trance entre los que las observan.
Para mi, este tipo de arte es pura poesía visual, cuyas palabras van siendo escritas por las luces y recitadas por las sombras.
Los móviles de Calder (así denominados por el artista dadá francés Marcel Duchamp en 1931), además de los llamados estables (denominados así por Arp) que son formas abstractas inmóviles que, por lo general, sugieren formas animales en tono humorístico, fueron las creaciones que lo catapultaron como uno de los artistas más renombrados de la escultura moderna.
Fué el primero en incorporar el movimiento a la obra de arte y se convirtió en el precursor del arte cinético.